Pensar la moda
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Nº 4. Sobre la educación de moda
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Nº 4. Sobre la educación de moda

Enseñar para el sistema moda como debería ser (y una oda al manifiesto para la transformación radical de la educación en moda del Dr. Ben Barry)
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Queridas pensadoras de la moda:

Regreso después de una ausencia de más de un mes, forzada por las exigencias de mi vida académica. Tuve tantas cosas en la cabeza que no había encontrado la “banda ancha cerebral” (para robarme un término que le aprendí a Kimberly M. Jenkins, con quien he trabajado en The Fashion and Race Database) para sentarme a escribirles. ¡Y mucho menos para grabar este episodio!

Pero después de un fin de semana de desconexión que me obligó a reflexionar sobre mi vida y mis prioridades, decidí volver a abrir el espacio para esto. Y espero no volverlo a abandonar sin previo aviso por tanto tiempo.

Todavía no he terminado de explicar la lista de estrategias para entender mejor la moda latina que introduje en la primera edición de este boletín. Pero hoy me aparto de ellas para compartir algo que ha estado ocupando mi mente durante las últimas semanas.

¡Y es que he estado pensando tanto en la educación para el diseño! Y, desafortunadamente, no por las mejores razones.

El fin del ciclo en la universidad en donde enseño fue hace un par de semanas y fue mi primera experiencia en persona de una semana de entregas para estudiantes de diseño. Debo confesar que salí traumatizada de esa experiencia.

Las y los estudiantes prácticamente se dormían en clase de todas las noches en blanco que habían pasado durante la semana; dejaban de asistir a sus clases porque tenían que montar las exposiciones de sus proyectos finales para otras clases; y, en general, se sentía un estado colectivo de agotamiento. Mientras tanto, profesoras y profesores exigían que las y los estudiantes estuvieran en todas partes al mismo tiempo; que completaran proyectos perfectos sin tiempo suficiente y que aún así mantuvieran la compostura para presentarlos como si fueran profesionales con años de experiencia.

Decir que el estrés colectivo de esta semana me conmovió es poco.

Realmente me sentía frustrada e impotente. Me dio hasta mal genio.

Como profesora de una universidad privada, sentía que lo único que estaba haciendo era contribuir a todo lo que está mal con la educación en el diseño. (¿Debería renunciar, entonces?) Pero, al mismo tiempo, soy de las que cree que todas tenemos agencia para ejercer cambios pequeñitos que, eventualmente, llevarán a transformaciones más sustanciales.

Debe haber algo que pueda hacer, ¿cierto?

Por lo general, ese “algo” para mí requiere pensar bastante y hablar al respecto.

Así que decidí compartir mis reflexiones con una profesora mayor con quien co-dicté una clase de proyecto y nuestras asistentes. Esa clase ha sido particularmente difícil para mí porque no logro terminar de entender la pedagogía que hay detrás de ella: a veces siento (y esto aplica para la educación en diseño más generalmente), que los estudios están diseñados para que quienes ya saben diseñar alcancen el éxito. Y todas las demás personas van a salir sin aprender nada ni avanzar en sus procesos. Yo por supuesto me encuentro en ese grupo de “las demás”, al ser una historiadora que terminó en una facultad de diseño sin tener formación real en la disciplina.

Cuando expresé mis sentimientos, parece que entendieron las asistentes (diseñadoras en formación) entendieron y apoyaron algunas de mis ideas. Pero la otra profesora no parecía tener la capacidad siquiera de concebir formas distintas de enseñar (para) el diseño.

Como profesoras, es común que repitamos las fórmulas que nos han sido transmitidas de generación en generación. Pero eso no quiere decir que funcionen. Y si hay algo que he aprendido en la poca formación que tengo en pedagogía (gracias a mi paso por Parsons y William & Mary), las y los profesores por lo general fuimos estudiantes sobresalientes. Sabemos lo que hacemos. Nos gusta aprender. El paso por el sistema educativo es relativamente fácil para nosotras.

Pero no todas las personas que recibimos como estudiantes son así. Y no podemos simplemente asumir que van a aprender tan fácil y rápidamente como lo hicimos nosotras, con los mismos métodos que pocas personas se han atrevido a cuestionar e intentar cambiar.

Entonces que regresé con mis ideas y reflexiones a mis estudiantes (aunque en otra clase). Habíamos estado hablando sobre el rol del diseñador y cuestionando la superioridad que percibimos entre quienes han pasado por sistemas universitarios—versus quienes son llamados “artesanos” sin educación “formal”. Estaba convencida que tenía un público más receptivo entre este grupo. Así que, después de las reflexiones finales del curso, les dije que se aseguraran de comer y dormir bien durante esa semana. Su salud física y mental es más importante que sacar una buena nota; es más importante que pasar la materia, incluso.

Y todo lo que recibí de vuelta fueron risas.

¿Realmente es tan chistoso mi comentario? ¿Absurdo? ¿Una locura total?

Toda la situación me parece surreal.

Pero, al mismo tiempo, ¡refleja tanto sobre el estado actual del mundo del diseño! Y nos dice tanto sobre un sistema moda en que se le exige a diseñadoras y diseñadores que creen sin parar, que produzcan para el hambriento mercado de consumidores imposibles de satisfacer.

Esta naturaleza depredadora del sistema moda global de hoy en día se basa, sin duda, en el elogio del individuo propio del neoliberalismo. Y creo que también tiene mucho que ver con lo que concebimos como “trabajo duro” que, por lo general, implica la confusión de la vida personal con la profesional y la explotación constante prácticamente en todas partes. (Todo esto merece ser discutido más a profundidad pero lo dejaré para otro momento.)

La educación en la moda y el diseño no está separada del sistema moda. Y, entre más lo pienso, más me convenzo de que una de las formas más prometedoras de generar cambio verdadero en la moda—de hoy y para el futuro—es reestructurando la educación para el diseño.

En su manifiesto para la transformación de la educación de moda, el Dr. Ben Barry argumenta que:

El propósito de la educación en moda y nuestro propósito como educadores de moda no es enseñar para el sistema moda como ya existe, sino para el sistema moda como debería ser (mi traducción).1

El Dr. Barry hace un llamado hacia la transformación radical, que reforme toda la cultura de la educación en moda. Algunas acciones que nos pueden ayudar en esta transformación son la descolonización del currículo a través del reconocimiento del trauma generacional infligido sobre grupos de estudiantes y la apertura de sistemas más inclusivos. Los cursos de moda deberían ser repensados para alejarse de discursos, epistemologías y creencias eurocéntricas y así dar paso para que emerjan prácticas e historias alternativas de la moda. Esto debería, además, dar espacio a formas de conocer la moda alternativas (principalmente indígenas), dejando de lado la figura del “diseñador genio” que nos ha sido impuesta desde el neoliberalismo euro-norteamericano.

Aunque esta transformación debe darse en todo el mundo, creo que es particularmente necesaria en Abya Yala (también conocida como “Latinoamérica”). Nuestras escuelas de diseño han estado construidas a partir de las normas impuestas por sus contrapartes euro-norteamericanas durante décadas, ignorando, por lo general, las expresiones locales de la moda y el diseño todas las prácticas que existen alrededor de ellas. Nuestro pensamiento sobre el diseño ha estado ampliamente informado por teorías y discursos colonialistas, que aplanan la diversidad estética latina, a través de la estereotipación y la imposición de una sensación de inferioridad generalizada. Y, aunque el diseño contemporáneo en la región ha comenzado a moverse hacia una mayor apreciación de nuestras culturas “originales”, esto ha conllevado a prácticas violentas y colonialistas que suelen explotar al artesanado—tan frecuentemente racializado—en Abya Yala.

Por eso creo que es tan importante que cuestionemos absolutamente todas las historias y narrativas de la moda que se nos cuentan desde el centro euro-norteamericano sobre lo que la moda latina es y debe ser. Esto, por supuesto, aplica también para otros sistemas moda del mundo. A esto volveré en la próxima edición de “Pensar la moda”.

Mientras tanto, quisiera preguntar sus ideas, reflexiones y estrategias para reformular la educación en la moda y el diseño para un futuro mejor (y ojalá decolonial). Por favor compártanlas en los comentarios.

¡Gracias, gracias por leerme! Espero sus reflexiones con ansias para seguir pensando y aprendiendo colectivamente.

—L.

**La música de fondo que se utiliza en el audio es “There Will Come A Time” de HoliznaCC0 (2022), utilizada bajo la licencia de Creative Commons con atribución 4.0 internacional (CC BY 4.0).
1

“The purpose of fashion education and our purpose as fashion educators are not about teaching for the fashion system that is but for the fashion system as it should – and must – be.” Ben Barry, “How to transform fashion education: A manifesto for equity, inclusion and decolonization”, International Journal of Fashion Studies 8, nº. 1 (2021): 127. https://doi.org/10.1386/infs_00039_7.

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Laura Beltrán-Rubio