Pensar la moda
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Nº6. Curaduría de moda en Abya Yala
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Nº6. Curaduría de moda en Abya Yala

O cómo nuestro acceso limitado a las exposiciones de moda ha impactado la forma en que interpretamos el que Kim Kardashian haya usado el vestido de Marilyn Monroe para la Met Gala

Queridas pensadoras de la moda:

¡Bienvenidas a una nueva edición de Pensar la moda!

Si me siguen en Instagram, seguramente se habrán dado cuenta de que, como muchas otras personas, entré en el debate intenso sobre el vestido de Marilyn Monroe que se puso Kim Kardashian para la Met Gala la semana pasada. De hecho, no uno, sino dos de los videos que publiqué sobre el tema se viralizaron. Y aunque hay mil cosas para discutir con respecto a la situación, yo decidí enfocarme en la cuestión relacionada con la conservación del vestido.

Con las miles de vistas y “me gusta” también llegaron muchísimos comentarios. Estos han hecho que cuestione y reflexione durante más de una semana sobre la moda, los museos y hasta el punto mismo de que haya moda en museos… ¡sobre todo en Abya Yala!

Creo que a estas alturas, muchas nos hemos dado cuenta de que las exposiciones de moda son cada vez más populares en todo el mundo. En los contextos académicos de habla inglesa, se ha desarrollado una especie de sub-disciplina dentro de los estudios de moda, dedicada específicamente a la curaduría, la conservación-restauración y la museología de la moda. Esto ha sido acompañado de programas educativos, publicaciones y conferencias sobre el tema.

Pero el panorama es completamente diferente en Abya Yala.

Las exposiciones de moda son todavía escasas en nuestro contexto y nuestros acercamientos a ellas son, en muchos casos, casi completamente virtuales y mediados por lo que otras personas nos dicen o muestran sobre ellas. Así que, aunque sabemos que existen estas exposiciones —sobretodo las más espectaculares en espacios como el Met en Nueva York o el V&A en Londres—, sólo unas pocas personas tienen el privilegio de visitarlas y experimentarlas en persona. Y aunque la moda ha sido expuesta durante décadas (o más) en Abya Yala, el concepto de curaduría de moda sigue siendo algo extraño por aquí.1

De hecho, la curaduría de moda en Abya Yala casi siempre se invoca en relación con semanas y ferias de la moda o “concept stores”, que en el contexto de museos, galerías y demás espacios culturales.

Y esto, creo yo, ha tenido un impacto enorme sobre cómo percibimos la moda como sujeto de estudio y, más importantemente, sobre cómo interpretamos todo el fiasco de Kim Kardashian en el vestido de Marilyn Monroe.

En inglés vi muchísimas más discusiones sobre la conservación del vestido que en español. Por eso decidí compartir mis videos. Pero una vez publicados, me di cuenta de que para muchas personas, éste era “sólo un vestido” y me acusaban de dramática por darle tanta importancia a algo que no la merece. Estas reacciones me sorprendieron, sobretodo porque no vi ese mismo tipo de resistencia en las publicaciones en inglés de mis colegas.

La cuestión sobre si la moda debería conservarse en museos o no es bastante complicada. También lo es cualquier consideración sobre qué tipos de ropa deberían ser conservados y cuáles se pueden usar una y otra vez, especialmente en un momento en el que se aprecia cada vez más la ropa vintage y de segunda.

Pero una cosa es clara para mí: la moda nunca es “sólo un vestido” —o cualquier otro tipo de prenda de vestir, si a eso vamos—. La moda es un espejo de la sociedad en que nace. La moda refleja y, simultáneamente, le da forma a muchos de los valores, ideales, angustias y dinámicas internas de una sociedad.

Así, las prendas de vestir específicas se convierten en contenedores de la historia humana que cargan los rastros de las personas que las han usado. Estas prendas de vestir también retratan momentos particulares de la historia del diseño que, a su vez, está relacionada directamente con las historias sociales, culturales, políticas, tecnológicas e ideológicas de la humanidad.

¡Por eso es que es tan importante conservar ropa histórica!

Y esto, además, aplica a las prendas de vestir “excepcionales”, como el vestido de Marilyn Monroe, tanto como a aquellas que son más mundanas y nos cuentan las experiencias diarias vividas por las personas del común. Sobre esto hablé en un Live de Instagram con Culturas de Moda el domingo, si les interesa escuchar una consideración más detallada sobre el tema.

Pero el hecho de que las prendas de vestir originales de distintos periodos del tiempo contengan tanto de la historia humana también parece algo ajeno a muchas personas de Abya Yala. Otros comentarios en mis videos mencionaban muy específicamente el hecho de que tengamos videos y fotos de Marilyn Monroe en su vestido, justificando así que no importa si la prenda original deja de existir.

Y me pregunto, nuevamente, si esto tiene que ver con nuestra exposición limitada a las exhibiciones de moda. A esto se une el que nos hayamos acostumbrado a utilizar casi exclusivamente evidencia ilustrada y escrita para contar nuestras historias de la moda, precisamente por la escasez de prendas históricas que sobreviven, sobretodo al compararnos con Europa y Norteamérica.

Cuando compartí estas ideas con Vicky Salías, directora del Museo de la Historia del Traje de Buenos Aires, me comentó que allá sí se había dado un debate relativamente intenso sobre el tema. Hablamos también del Museo de la Moda de Chile, que rechazó abiertamente el que Kim Kardashian usara el vestido de Marilyn Monroe en Instagram:

A post shared by Museo de la Moda (@museodelamoda)

Vicky también mencionó el hecho de que haya tan pocos museos de moda en Abya Yala y cuestionó si esto puede tener algún impacto sobre cómo percibimos el coleccionismo y la conservación de la indumentaria en nuestra región. Y el que en Argentina, en donde hay un museo de moda, se haya debatido más fuertemente sobre la necesidad de preservar el vestido de Marilyn Monroe que en Colombia, en donde apenas existen incipientes museos de “trajes regionales”, tal vez apunta a una correlación bastante directa entre los dos.

Todo esto me hizo pensar en un ensayo que escribió la Dra. Valerie Steele, directora y curadora jefe del Museo del Instituto Tecnológico de la Moda de Nueva York (o FIT), sobre el auge de las exposiciones de moda en el 2008. Steele sugirió en este ensayo que puede haber niveles distintos de “educación” entre quienes visitan exposiciones de moda en Francia y Estados Unidos. Estas diferencias son probablemente el resultado de la acumulación de capital cultural que surge de los distintos niveles de exposición a este tipo de muestras. Pero Steele argumentó que un nivel inferior de capital no debería ser la justificación para crear exposiciones más simples y bobas en Norteamérica. Al contrario: debería ser el motor para curar exposiciones “accesibles a diversos niveles” y que nos ayuden a entender la importancia de la moda como un objeto “serio” de estudio.2

Si los públicos norteamericanos no están muy bien educados con respecto a la presencia de la moda en los museos, ¡ni hablar de Abya Yala! Pero, tal y como lo explica Valerie Steele, esto no es una excusa para exhibir muestras mediocres ni mucho menos para ignorar todo el tema de conservación detrás de la aparición de Kim Kardashian en la Met Gala.

La pregunta que queda sin responder es cómo construir nuestro capital cultural sobre la conservación, curaduría y exposición de moda en un contexto en donde hay pocos museos de moda y en donde la moda, cuando se exhibe, rara vez es curada por personas expertas en el tema.

Mi respuesta —como casi siempre— incluye más espacios que promuevan discusiones abiertas y públicas sobre estos temas que, con frecuencia, han estado limitados a unos pocos. Y las redes sociales, los blogs, boletines y podcasts adquieren un rol importantísimo en esto.

Pero las instituciones y los museos no son menos importantes.

Y todavía tenemos que encontrar formas de hacer que ambos lados interactúen y se alimenten el uno al otro.

Como en muchas otras partes del mundo, las exposiciones de moda en Abya Yala están comenzando a experimentar un auge. Y la curaduría de moda en el área de museos está desarrollándose de forma lenta pero segura. Así que, mientras nos terminamos de inventar cómo se ve la exposición de moda en Abya Yala —y el resto del mundo—, debemos incentivar la mayor cantidad posible de conversaciones entre instituciones e individuos, profesionales y el público general.

Incentivar conversaciones de todo tipo creo que se ha convertido en mi especialidad, sobre todo mientras encuentro la mejor forma de integrar mis vidas de educadora, curadora y figura pública.

Por eso quisiera compartirles una gran noticia (que además me emociona muchísimo) antes de cerrar.

Desde hace rato he estado pensando en crear mi propio servicio de membresía en Patreon. Por fin encontré el impulso para hacerlo, gracias a todas las conversaciones que se han dado sobre distintos temas aquí y en mis redes sociales. Así que creé opciones para quienes se suscriban puedan hablar conmigo sobre moda más frecuentemente en Telegram, participar en sesiones de preguntas mensuales por videollamada y hasta tener una discusión privada conmigo cada mes.

Por favor vayan a ver las opciones y, si pueden y les interesa, suscríbanse cuando tengan la oportunidad.

Y con toda la emoción que me da compartirles finalmente este proyectito cierro por hoy.

¡Gracias, gracias por leerme!

Hasta una próxima edición de Pensar la moda.

—L.

**La música de fondo que se utiliza en el audio es “Expression d'une presence indéfinissable” de Koi-discovery (2022), utilizada bajo la licencia de Creative Commons con atribución 4.0 internacional (CC BY 4.0).
1

El desarrollo de la curaduría de moda en la región lo he explorado en contextos más académicos, incluyendo una conferencia fantástica sobre Curaduría y conservación, organizada por la Asociación de historiadores de la indumentaria del Reino Unido (the Association of Dress Historians) y La Venaria Reale en Torino el año pasado.

2

Valerie Steele, “La ‘calidad del museo’ y el auge de la exposición de moda”, en Fashion Theory: Hacia una teoría cultural de la moda (Buenos Aires: Ampersand, 2018), 198.

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Laura Beltrán-Rubio